jueves, 23 de abril de 2009

Los adalides golpean la tierra como si sus plumas fueran de plomo
—nuevamente delante de mis zapatos—.
En la burbuja de una nueva grieta amanecen los vientos huracanados,
repletos de gritos obscenos, en un clamor polvoriento,
con su piel palmípeda bajo mis suelas de caucho.
Puedo encerrar el ambiente recauchutado en una fabricada urna,
con la cuenta corriente, favorecida, por la emisión de la industria.
A todo gas…
escapo revolucionado a un kilómetro del horror,
talando la realidad, esparciendo virutas con mis ojos selváticos,
cómplice del aserradero que observo,
entregándome desnudo,
transparente,
telepáticamente al ente,
de natura,
naturalmente.
Tan cobardemente,
tan aducidamente,
dementemente adicto de mí dedo acusador,
refugiado en autoestimas —presagios que adormecen la glotis de este aire—.
Látigo de flagelación, pústula corteza de la enferma desidia que combate contra edulcorados decorados,
acomodados,
socializados y al fin
domados pirómanos como tú y como yo.
¿Piensas que el árbol aún vive?
Lo plantaste como estos versos,
tan solos,
tan abandonados,
tan sedientos de crecer
en la lágrima lenta y elástica,
con ondas agonizantes de seres petrificados e incoloros,
agrupados para sobrevivir en un clamor enfermo y espectral.
Abandonándome, al pulular crujido de las embalsamadas hojas que caen,
de sus sofocantes cráneos, atrincherado en estos versos, me desinfecto con sus flores, piso sus mortecinos cuerpos, golpeo mi habitat de aire fresco, una habilidad subdesarrollada de exterminio.
Desvencijado en su labial, alado por los susurros frondosos,
excitando las entrañas de la rabia —lacerada en el abismo de la palabra—
me desplomo
ajusticiado en su ayuno, con las raíces que atraparon mis articulaciones,
sujetando mis párpados, acuchillando mis ojos, con sus hojas secas,
aprovechando su dolor, abonando algún átomo,
en la savia que resiste a la cárcava mente del hombre.

2 comentarios:

Sara Fedrika dijo...

Me ha encantado tu texto. Parece el de un visionario algo ido. Has hechado el resto, profeta.
Desde "látigo de flagelación" hasta el final me he quedado turulata
"Con su piel palmípeda bajo mis suelas de caucho" Esta frase también me ha gustado.

Es un honor pasarme por este blog y que me des de comer cosas tan buenas.
Enhorabuena.

Rafael Luna Gómez dijo...

No sabes lo que me agradan tus comentarios y lo agustito que estoy al ver que estas más alegre.
Abrazos atronadores.