miércoles, 3 de septiembre de 2008

MANUEL M. FOREGA


Me suicido en el meandro almendrado de tu forma,
caudal que me ahoga,
inmóvil observo tu homicida complicidad,
y resucito empapado en Venus.
En este día que naciste,
aúllo a Selene, a los perros que lamen farolas.

Te daría una camada de gatas
que disfrutarán panza arriba con tus sedientas manos.
Apretaría tu corazón sangrante sobre mi boca,
abonando tu fuerza en mis arterias.
Subiría mi fiebre por los tejados
donde orinas tu legado,
con la pata izquierda en el pasado,
suicidándote en trescientos treinta y tres días (como tú lo haces).
En esta incertidumbre de la voz,
las abejas de mi boca zumban, “pero no temas”,
son espectros sombríos.
La miel que producen mis labios
segregan el renacer para los tejados,
donde defiendo entre dientes tu boca francesa
y a cuatro patas con las uñas y colmillos
el maullar Español que ondea un maestro gatuno.

Tú que me enseñaste a mear sangre,
verás a los perros ladrar al pasar por tu tejado,
a los gatos callejeros maullar con tu luna (como yo maúllo)
Los perros no te pueden morder,
corretean detrás de un gato callejero como yo,
con sus dentelladas me hacen más fuerte,
“no los temas”, en todo caso,
enseña a otros gatos moribundos como hiciste conmigo.
Los tejados nos necesitan,
hay muchas ratas que devorar y muchos perros que ahuyentar,
la necesidad de sacar las uñas de otros gatos (me cercena el alma).
Cagan y mean sin maullar,
intermitentes, pasan de tejado en tejado,
sin pisar las calles y oler los árboles,
a estos mi camada callejera y el veneno de mi boca los retará,
sacándolos de sus sofás desgastados (de tanto afilarse las uñas).
Comen de un plato y no miran al que se mete en un vertedero
Y, cuando intentan maullar, cagan y mean en su sofá,
sin saber el olor que desprenden las calles,
ni el placer de asesinar a las ratas,
se les ha olvidado que les encorren los perros,
hasta las ratas se quedan inmóviles cuando los ven.

A mi camada le enseño otros tejados, otras calles,
a luchar contra los perros,
a cazar ratas y a huir de los sofás.
Pasan por tu tejado y aúllan al legado de tus batallas,
saben que, gracias a ti,casi no hay ratas en mi tejado.

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