miércoles, 9 de julio de 2008

El amo del mundo

Los árboles están tristes,
alzan sus brazos como sombrillas,
y nadie disfruta a sus pies.

El astro de fuego esparce sus táctiles miembros llameantes,
jugando entre los brazos y las manos de los árboles,
persiguiendo a las sombras,
queriendo absorber todo lo que está a su alcance.
Me protejo descansando en un frondoso bosque,
sentado, apoyando la espada en un cortecino tronco,
(cobijándome de los latigazos sofocantes del astro),
Las briznas de hierba calzan sus pies,
refrescando y protegiéndolo de las dentelladas humeantes del enemigo.
Esta armoniosa reciprocidad de la naturaleza me hace pensar:
¿Qué necesita de mí el Bosque?
A mi lado yace yerto un miembro mutilado por su sed.
La interrogación alcanza su contestación al instante,
¿cuánto abandono del hombre?
Los campos repletos de sus mutiladas extremidades y cadáveres de sed,
el genocidio que nos llevará:
a tener zoos con árboles,
como ahora tenemos a las bestias,
la atrocidad del ser más ignorante
yace como el amo del mundo.

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